JOAN THARRATS /
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dissabte, 1 d’octubre del 2011
Cuento brevísimo. El perro quieto.
Llamaba al perro una y otra vez, pero éste no acudía. Se pasaba todo el día sentado. Lo llevó al veterinario y éste le recetó que le cambiara el nombre. El perro se llamaba "Sit".
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